jueves, 27 de noviembre de 2014

(Des)Empleo Juvenil

Según el CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas), el paro sigue encabezando la lista de preocupaciones que en la actualidad tenemos los españoles, esto es una evidencia si tenemos en cuenta que nuestra tasa de paro se encuentra en el 24%, es decir 5,5 millones de personas en situación de desempleo. Me gusta resaltar esta palabra, personas, porque en realidad creo que a veces leemos los datos y nos olvidamos que en realidad no se trata sólo de números.

Esta situación afecta a todos, jóvenes y menos jóvenes, pero sin duda es el desempleo juvenil el que dispara nuevamente los datos, con una tasa de paro de hasta el 50%. Es decir, la mitad de los jóvenes de hasta 24 años están desocupados y ya se les ha encasillado como “la generación perdida”, aunque paradójicamente sean también “la generación mejor preparada de la historia”; porque eso sí, aunque no sepamos cómo abordar una situación siempre sabemos cómo etiquetarla.

¿Cómo es posible tal paradoja? Si como apunta Carles Feixa tenemos un “nuevo lumpemproletariado de jóvenes hiperformados e hiperinformados”, ¿qué ocurre para que no tengan acceso al mundo laboral o lo tengan en menor medida que el resto de la población activa?

¿La falta de experiencia?

Además de la situación económica actual, la falta de experiencia laboral es el principal hándicap con el que tropiezan nuestros jóvenes en su búsqueda de empleo. Una experiencia que quizás esté hipervalorada, cuando se sitúa por encima de otros aspectos tales como la creatividad, la iniciativa, la motivación, la comunicación, el trabajo en equipo, etc. Es decir, cada persona además de la formación y de la experiencia profesional, posee unas capacidades y habilidades determinadas que son un potencial a tener en cuenta.

Nos enfrentamos a un problema que lejos de afectar sólo a la generación que lo sufre, es un problema que nos concierne a todos porque afecta al desarrollo de nuestro país. Por tanto, corresponde a todos y sobre todo a las Administraciones Públicas desarrollar algún método que ataje este círculo vicioso en el que están inmersos nuestros jóvenes: como no trabajan, no tienen experiencia, como no tienen experiencia no acceden al mundo laboral.

Más allá de hablar de becas o contratos en prácticas y/o de formación que la mayoría de las veces simplemente son un velo con el que cubrir la precariedad laboral, tenemos que abrir otras puertas de acceso que están blindadas con esa hipervalorada experiencia laboral.

Pongamos un ejemplo práctico: el acceso a puestos de trabajo de personal laboral en Administraciones Públicas en el que la experiencia profesional se valora con la máxima puntuación. Puntuación que va en aumento si has trabajado en alguna Entidad Local o en la Administración Pública. Por supuesto que la igualdad es un principio que debe regir en todo el desarrollo del proceso selectivo, pero atendiendo a las circunstancias actuales ¿no sería también viable establecer políticas de discriminación positiva?, ¿por qué no reservar un porcentaje de las plazas que se ofertan como personal laboral a jóvenes que no tienen experiencia profesional?, ¿por qué no dejar que adquieran esa experiencia bajo la tutela de las Administraciones Públicas?, ¿por qué no romper ese círculo vicioso en el que están inmersos?  
En definitiva, por qué no darles una oportunidad a esos jóvenes hiperformados que conforman la generación mejor preparada de la historia pero que lamentablemente no han tenido la oportunidad de demostrar su potencial porque el acceso al mundo laboral les está vetado por su inexperiencia.  

Cada día que pasa sin que desarrollemos programas que dinamicen a estos colectivos de jóvenes y que den una oportunidad a aquellos que no se han incorporado al mercado laboral, es un día que suma cientos y miles de oportunidades perdidas; no sólo para esa generación perdida sino para el conjunto de la sociedad que pierde cientos y miles de activos, cientos y miles de posibilidades de desarrollo, cientos y miles de personas que tienen mucho que aportar.