jueves, 11 de diciembre de 2014

Las tasas judiciales y su efecto en la justicia


Este breve artículo no pretende hacer una crítica política de ningún tipo, sino dar una opinión sobre la manera en que nuestros Tribunales de Justicia se ven afectador por las tasas judiciales.  Dicho esto, a mojarnos en este asunto esperando no aburrirles.
El objeto de las tasas judiciales siempre ha sido el de disuadir a los particulares de iniciar un procedimiento judicial en el que el Estado tenía que destinar gran cantidad de recursos, tanto económicos como humanos, para arreglar problemas que perfectamente podrían solucionarse con un poco de buena fe.  Hasta ahí la teoría perfecta, el problema surge en aquellas situaciones en las que, no sólo no puede evitarse el pleito, sino que además, una vez se ha dictado sentencia desfavorable para nuestros intereses, queremos ejercer nuestro derecho a que revisen la sentencia en segunda instancia mediante el recurso de apelación.  Llegados a este punto, nos encontramos con que hay que pagar una tasa de 800 euros, además de unas variables en función de la cuantía que discutimos, amén de la minuta de abogado y procurador con la que ya contábamos que sumado al riesgo a que nos condenasen en costas si perdiéramos de nuevo, eran razones disuasorias suficientes como para que la gente se pensase si iniciar un pleito o no sin tener que sumarle además una tasa que supera con creces el salario mínimo interprofesional de este país.
La gente no pleitea por capricho o por vanidad, y curiosamente, los casos en lo que sí se dan estas circunstancias, son mayoritariamente del ámbito penal, que sí están exentos de tasas judiciales y que tienen colapsados los tribunales de toda la nación por procedimientos en primera instancia en los que, el día del juicio, si la parte denunciante no se presenta, no le pasa nada, y si el denunciado hace lo mismo, es declarado en rebeldía.  Si a esto le sumas el gasto en dinero y tiempo de la Administración de Justicia, los lectores comprenderán el porqué de las listas de espera tan grandes que sufren nuestros tribunales.
Las tasas no sólo están encareciendo el acceso a la justicia, sino que además, están provocando una fractura social entre aquellas personas que pueden permitirse pagar y las que no, y todo, para el ejercicio de derechos que ampara nuestra Constitución por el hecho de ser ciudadanos españoles.  Nuestros Tribunales se han pronunciado de forma contraria a la tasa, argumentando que la desproporcionalidad de la misma no puede impedir el libre acceso a la justicia.  Esta es la opinión del Consejo General de la Abogacía y la de la mayoría de profesionales, que directa o indirectamente, intervienen en el funcionamiento de la Justicia en España.
Las tasas, o bien deber ser reducidas a cantidades accesibles para cualquiera (30 o 40 euros cada pleito por ejemplo), a fin de ayudar al mantenimiento de los gastos más básicos de la Justicia, o bien deben ser suprimidas y destinar más recursos del Estado a Justicia, puesto que no olvidemos que España es el país de la UE con menos jueces por habitantes (11 por cada 100.000 siendo la media 19) y el primero en casos de materia Civil y Mercantil por resolver.

Ante lo anteriormente expuesto es evidente que se ha olvidado la idea original de la tasa, que al fin y al cabo era intentar que la gente arreglase sus problemas hablando y lo hemos cambiado por el ansia recaudatoria provocada por una crisis que se ha llevado por delante nuestras ilusiones, nuestra economía y nuestros derechos.